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Me gusta pasar frío en los pies mientras desayuno… y no, no es un recurso literario, ni una metáfora, ni un intento para captar tu atención; deja que te cuente.

A pesar de esforzarme por ser una persona activa y enérgica de buena mañana, nunca lo he sido, de hecho, mi periodo de máximo rendimiento está alrededor de las seis de la tarde siempre que haya tenido una mañana “normal” en lo que a carga de trabajo se refiere.

Seguramente esto signifique que soy un perdedor porque parece que no se puede tener éxito en la vida si no te levantas a las cuatro de la mañana y empiezas a mandar mensajes a todo el mundo para que sepan que trabajas a las cuatro de la mañana…

… pues si tengo que serlo prefiero serlo trabajando a tope en horario vespertino.

Pero, ¿qué tiene que ver esto con pasar frío en los pies mientras desayuno?

Ok, parece una pregunta razonable, pero para responder permite que confiese dos de mis libros preferidos durante mi adolescencia más temprana: “Sin noticias de Gurb” y “Lo mejor que le puede pasar a un cruasán”.

NOTA: Si no has leído el primero es posible que no entiendas lo que voy a explicar ahora… y tampoco se que esperas a comprarlo y empezar a leerlo ahora mismo.

“Sin noticias de Gurb” es una inspiración magnífica para mis mañanas, que han pasado a ser algo parecido a:

6:45 – Suena el despertador

6:46 – Lo apago por estar hablando de las mismas noticias que ayer.

6:55 – Vuelve a sonar el despertador

6:56 – Me canso de escuchar noticias repetitivas y me voy al baño.

6:58 – Detecto que la tostadora todavía no ha aprendido a hacer tostadas por ella misma.

6:59 – Pongo una rebanada de pan a tostar.

7:00 – Detecto que la cafetera todavía no ha aprendido a hacer café por ella misma.

7:01 – Pongo la cafetera en marcha para 6 tazas de café… todas para mí.

7:05 – Recojo las rebanadas de pan, el café de la cafetera y me siento a desayunar.

Y en este punto es en el que quiero tener frío en los pies, no me preguntes porqué, pero me hace sentir una sensación de tranquilidad y limpieza. Después de esto ya puedo ducharme, ponerme las lentillas y lo que venga, pero antes necesito mi tiempo para arrancar.

Puede parecer un proceso extremadamente rígido, pero los momentos de menos rendimiento son aquellos en los que tener un plan o un proceso estandarizado me ayuda a hacer más y mejor.

De hecho, un amigo mío se hacía eco hace unos días en un artículo de una decisión que tomé hará casi un año y medio: Todas las camisas y camisetas que compro a partir de ahora son únicamente blancas o negras. Y todavía más, tengo estandarizado mi vestuario en tres categorías diferentes con los que todos los trajes, vaqueros, zapatos, zapatillas y complementos están calculados desde antes de la fecha de adquisición: si no caben en alguna de estas tres categorías no entran en casa.

Decisiones tomadas por adelantado son decisiones que no hay que volver a tomar.

Pero volviendo por un momento al tema de la productividad… mi afán por mejorar mi rendimiento, me ha llevado a descubrir y estudiar técnicas y metodologías que me permiten extender mi jornada laboral más allá de lo habitual con números razonables de productividad (aunque llega un momento en el que yo mismo me doy cuenta que tengo que parar, ver un episodio de Padre de Familia en Netflix y tomarme un vaso de vino… aunque al final del episodio me ponga a trabajar otra vez).

Y por muchas técnicas y metodologías que te pueda explicar, hay un fenómeno que se repite en las diferentes organizaciones en las que trabajo o colaboro y yo lo llamo la paradoja de la linterna:

Si te vas a un museo de noche (con permiso, claro está) con una linterna, solo vas a poder ver una obra de arte a la vez; si intentas ver más de una obra a la vez, lo que va a pasar va a ser que vas a tener menos intensidad y vas a ver menos de cada obra de arte… si intentas alumbrar todo el museo a la vez con la linterna, no vas a ver nada y además se te va a agotar la batería 😉

Lo mismo pasa con las tareas o los proyectos, está muy bien intentar abarcar un proyecto o dos, pero una persona no puede tirar adelante todos los proyectos de la empresa, ni tan siquiera estar permanentemente actualizado. Focalizarse en una tarea, reducir el volumen de información que gestionas en paralelo y cerrar tareas para poder abrir otras (lo que facilita muchísimo las dos primeras) son solo algunos de los consejos que me autoaplico y que he visto funcionar en todas aquellas personas que lo han puesto en práctica.

Ya… ¿Y qué tiene que ver el segundo libro que comentabas? ¿O te estabas quedando conmigo?

¡Para nada! Solo quería despertarte la curiosidad porque desde mi punto de vista, el mejor secreto para ser productivo es ser curioso… Puedes gestionarte la agenda, los proyectos, la información que pasa por tus manos día a día, las tareas que no te gustan, ¡lo que sea! Pero nada como disfrutar de lo que haces y querer saber siempre más.

Y eso mismo me pasó con el libro una vez me lo regalaron, no sabía la temática, no conocía el autor (normal también, era su primer libro) pero me llamó la atención y me despertó la curiosidad; sino cómo iba a recordar yo que lo mejor que le puede pasar a un cruasán es que lo unten con mantequilla 17 años después de leerme el libro.