Seleccionar página

¿Sabías que la palabra crisis en griego significa oportunidad? Pues NO, no es cierto y además me parece una gilipollez.

De hecho, ¿te has parado a pensar por qué hay personas que recurren al origen etimológico de las palabras para dar más consistencia a sus argumentos?

Se trata de una falacia lógica que intenta utilizar el significado del origen de la palabra de forma anacrónica para intentar dotar de mayor relevancia el argumento original; total, una forma burda de decir “Hey, como tengo mucha cultura, yo se de ésto y no hace falta que digas nada más”.

El otro día, en una reunión de trabajo, me encontré en una situación en la que personas cultas y en una posición de cierta relevancia defendían una postura simplemente en base al significado de unas siglas dentro del ámbito educativo. Más allá de la anécdota, al cabo del rato pensé “¿cómo llegamos a decirle teléfono al iPhone?” o “cuando los coches vuelen, ¿les podremos seguir llamando coches aunque no tengan ruedas?”.

Te pueden parecer preguntas absurdas, pero si te ciñes al significado original de las palabras es imposible que el mismo término se pueda aplicar al Ford T que al Tesla S… te pueden llevar de un punto a otro, pero aunque el recorrido llegue a ser el mismo, ni el momento, ni la experiencia lo van a poder ser nunca.

La innovación, cuando deja de ser incremental y pasa a ser disruptiva tiende a romper el modelo bajo el que se operaba antes para establecer uno nuevo. Y este cambio hace que aparezcan problemas que no se pueden resolver desde el punto de vista de la situación anterior; simplemente te puedes adaptar a la nueva situación o esperar que la historia te borre del mapa.

Da igual si piensas en la revolución que supuso la aparición de la imprenta o de Napster, no importa si te puedes imaginar la importancia de la aparición de la máquina de vapor o de Amazon, al fin y al cabo, todos ellos son cambios del marco de referencia que han necesitado una referencia para marcar el cambio a la mayoría de la población.

Personalmente, una palabra que me gusta mucho utilizar es “discutir” en su acepción más argumentativa y cero confrontativa, pero su uso en muchas conversaciones hacen que la gente me mire mal y terminemos en un diálogo parecido a:

Yo: ¿Por qué no discutimos esto mientras nos tomamos un café?

Otros: ¿ahora quieres que nos pongamos a discutir?¿te has enfadado?

Yo: … déjalo… ya nos tomamos el café y si eso lo hablamos.

Como con muchas otras cosas, terminaré cediendo y dejando de utilizar dicha palabra porque entiendo que las connotaciones asociadas a ésta van más allá de su origen; y aunque la originalidad pueda ser volver al origen, puede que lo sea únicamente a nivel conceptual, no literal.